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TEJADO DE LETRAS

TALES BENEATH THE TILES

Entre fronteras invisibles: Reflexiones de un migrante que aún no lo es

Junior Perez-Pachas

Mi ciudad no es para todos. De hecho, tampoco es “mi” ciudad, nunca logré sentirla mía porque, aunque lo intentara, siempre me era esquiva. Esta ciudad parece, pues, estar reservada solo para algunos y yo no pertenezco a esa lista selecta.

Nací aquí, crecí aquí, siempre en la parte menos bonita de la ciudad, siempre en los márgenes, siempre en las afueras. En estos márgenes las casas no son tan grandes, ni tan elegantes ni han sido diseñadas por estudiados arquitectos. Aquí han sido, más bien, construidas por resilientes “maestros de obra” sin ningún título universitario, pero sí con mucha experiencia. Aquí la ciudad no ha sido planificada, se fue poblando como se pudo pues muchos migrantes del interior del país necesitaban un lugar donde vivir incluso aunque estuviera tugurizado o ubicado en la ladera de un cerro; tener un parque en esos momentos críticos de la historia de mi país era, en verdad, la última de sus preocupaciones. 

Hoy, sin embargo, los hijos y nietos de esos migrantes primeros anhelamos esos parques, esos espacios públicos donde encontrarnos, esos servicios básicos de calidad que nos permitan una vida digna. Añoramos sentirnos parte de una ciudad que nos relega a los márgenes donde las áreas recreativas solo existen en las promesas de campañas políticas.

Como no los tenemos, muchos vamos en busca de esos espacios porque sí existen, ¡vaya que existen! pero lejos de nosotros. Existen, pues, en esa otra parte de la ciudad, en el “inmenso pueblo de los señores” como diría José María Arguedas. Pareciera entonces que la ciudad está partida en dos: la ciudad de ‘los señores’ y la ciudad de ‘los otros’. La primera disfruta del sunset y la segunda se cuece viva bajo el sol; la primera mira la garúa desde sus terrazas y la segunda se ahoga e inunda con cada llovizna; la primera goza de servicios básicos ininterrumpidos y educación de alta calidad mientras la segunda tiene suerte de tener agua en sus cañerías y estudia en colegios mal construidos.

Pero no se piense ni por un minuto que la ciudad está divida en 2 mitades perfectamente diferenciadas, tampoco que existen muros físicos que las separen. La ciudad es geográficamente una sola, pero los espacios están diferenciados por fronteras invisibles: algunas partes de la ciudad de ‘los señores’ están rodeadas por la ciudad de ‘los otros’; otras partes están atravesadas por ella; otras partes son ocupadas momentáneamente por ‘los otros’ mientras dure su jornada laboral a la que deben desplazarse a diario; otras partes simplemente coexisten con la ciudad de ‘los otros’, sin mirarlos, sin reconocerlos, sin intentar siquiera entenderlos.

Así, más de una vez me he visto en la necesidad de atravesar media ciudad en una ‘combi’ del transporte público, abarrotada de gente, que no respeta señales de tránsito y se queda varias horas atrapada en el tráfico vehicular propio de una ciudad desorganizada que da prioridad a los autos privados de ‘los señores’ en vez de al transporte donde se mueve la mayoría de la población.

Es así que, para intentar llegar a un parque o a un museo, debo recorrer largas distancias, perder tiempo que podría dedicar al descanso o a los estudios como hacen ‘los señores’, y gastar dinero que no siempre tengo, además de sentir constante incomodidad durante todo el trayecto, sin mencionar la exposición a ser víctima de algún robo. 

En el autobús, me aplasta los hombros la sensación de no pertenecer, la cual no hace más que intensificarse en cuanto llego al lado privilegiado de la ciudad. Pues, aunque esté allí, respirando el mismo aire, viendo los mismos colores, comiendo la misma comida, esos espacios no forman parte de mi cotidianeidad, no me pertenecen, no puedo hacerlos míos; además, en cuanto termine de disfrutar esos placeres, me espera, otra vez, la misma deprimente ruta de regreso al margen al que he sido relegado por esta ciudad odiosa.

Resulta evidente entonces que no es esta una ciudad para todos, pues solo te recibe bien si puedes costearte vivir en ella. En tanto ‘otro’, debo continuar atravesando esas fronteras invisibles de la desigualdad mientras me siento como un extranjero en la misma tierra que me vio nacer. Aunque no sea un migrante en el sentido estricto de la palabra, mi propia ciudad me aleja emocional y socialmente de ella misma.

Entonces, la pregunta es inmediata: si esas son las condiciones, ¿vale la pena seguir viviendo aquí? ¿qué sucede cuando tu ciudad se convierte en un lugar que te expulsa lentamente?

Algunos ‘otros’ encontraron respuesta a estas preguntas intentando convertirse en ‘señores’. Utilizando sus recursos económicos para mudarse a la parte privilegiada de la ciudad, incluso aunque el costo no haya sido solo económico pues tuvieron que alejarse de sus familias, de sus hogares y empezar a habitar espacios más pequeños que solo pueden usar mientras duren sus contratos de arrendamiento.

Sin embargo, yo me niego a utilizar esas estrategias, ¿por qué tendría que dejar mi hogar para acceder a servicios públicos de calidad? ¿Debo resignarme a que ninguno de nuestros gobiernos pueda construir una ciudad que sea equitativa para todos y todas? ¿Es que acaso nadie nota la injusticia que subyace a esa desigualdad tan normalizada?

Aunque esas dudas me atacan, sigo viviendo aquí, sigo padeciendo esta ciudad, aunque, he de reconocer, de vez en cuando logro arrebatarle algunos momentos de felicidad. Esa felicidad me sabe insuficiente y ha llegado a alojarse en mí la idea de irme de esta urbe de una vez y para siempre. Pero, entonces surgen más dudas: ¿migrar realmente me alejará de las desigualdades o la sensación de no-pertenencia me seguirá a donde sea que vaya? ¿Irme no sería abandonar mi ciudad y condenarla a seguir siendo como es? ¿Es posible apropiarse de la ciudad de una manera distinta que permita construir un sentido de pertenencia en una ciudad que parece no querer incluirme?

Mientras siga viviendo aquí, mientras siga padeciendo esta ciudad, mientras siga logrando arrancarle pedazos de felicidad, seguiré soñando con un lugar donde la desigualdad deje de parecer infranqueable, donde no tenga que justificar mi presencia, donde finalmente pueda decir: "De aquí soy".

La (no)pertenencia

El presente ensayo aborda la no-pertenencia del autor a su ciudad natal, una metrópoli formada por la migración interna del país, pero fragmentada debido a la desigualdad, la exclusión y la segregación. Esta ciudad lo expulsa lentamente mientras él se debate entre insistir en su intento de habitarla o rendirse ante ella y emigrar en búsqueda de un lugar que le ofrezca un sentido de pertenencia sin hacerlo sentir un ‘otro’.

Biografía

Junior Perez-Pachas es un joven sociólogo peruano que reside en Lima. Cuenta con publicaciones académicas sobre conflictos socioambientales y participación política. Es esta una de sus pocas intervenciones mediante ensayos, los cuales usa para reflexionar de una manera no académica sobre temas sociales desde una óptica personal que es al mismo tiempo emotiva y crítica.

Highway Bridges

La dualidad de la pertenencia: Entre el exilio interno y el alcance de la identidad

Jacobo García Minjares

​​

Introducción

Alguien se muda a un nuevo país, deja atrás todo lo que conoce, cambia el idioma, el clima y las costumbres, en un inicio, este “nuevo hogar” se siente ajeno, distante. Con el tiempo esta persona busca integrarse, pertenecer, pero ¿a qué costo? ¿Significa pertenecer, adaptarse plenamente, renunciar a lo propio para encajar? Y, por otro lado, cuando uno no logra pertenecer, ¿significa necesariamente una pérdida?

Estas preguntas reflejan una paradoja que muchos experimentan. La pertenencia y la no-pertenencia no son solo estados externos sino también íntimos y personales. Desde la perspectiva de quienes han experimentado el desarraigo o el rechazo, estas preguntas pueden abrir puertas para examinar cómo estos sentimientos afectan la identidad y cómo los desafíos que presentan pueden a la vez colocarnos en una situación de visibilidad. Este artículo busca explorar cómo, en ocasiones, la pertenencia puede sentirse como una pérdida y el no-pertenecer como una victoria personal. 

1. La pertenencia y sus costos

Cuando se habla de pertenencia, suele asociársela con una conexión profunda que brinda estabilidad y apoyo. Sin embargo, pertenecer a menudo implica cumplir con las expectativas de una comunidad o sociedad que podrían no alinearse con los valores o identidad personal. Para algunas personas, esta presión puede llevar a una especie de pérdida interna: una desconexión con aspectos propios y auténticos. 

 

Por ejemplo, las personas migrantes experimentan esto al adaptarse a una cultura diferente. La pertenencia en un contexto ajeno a veces requiere renunciar a costumbres, formas de expresión y hasta al idioma propio. En un esfuerzo por evitar el rechazo o la marginalización, las personas intentan “encajar”, pero esta adaptación conlleva costos emocionales. En este proceso, algunos aspectos de la propia identidad quedan relegados y el deseo de aceptación se convierte en una carga que limita la expresión de lo que es propio. 

 

La Latinidad y la pertenencia: La Latinidad, un término amplio que abarca múltiples identidades, etnias y razas, también enfrenta este dilema. Para una persona latina en un contexto mayoritariamente no latino, la pertenencia podría implicar adaptarse a normas culturales que pueden ser opuestas o excluyentes. Esta adaptación, si bien a menudo necesaria para la supervivencia, también puede dar lugar a una forma de pérdida que queda oculta bajo la apariencia de pertenencia. Muchos encuentran que, al perseguir el sentido de pertenencia en una cultura dominante, pierden parte de su conexión con sus raíces, cultura y tradiciones.

 

A través de testimonios de personas racializadas, queda claro que esta pertenencia puede verse como una carga. Por ejemplo, quienes pertenecen a una minoría racial y trabajan en ambientes donde predominan otras etnias frecuentemente sienten la necesidad de adoptar modos de hablar, vestir o comportarse que sean “aceptables”. Así, pertenecer se convierte en un acto de renuncia y encubrimiento de aspectos propios, un peaje que, aunque facilite la adaptación, no deja de erosionar la identidad personal.

2. El No-Pertenecer y la libertad en la pérdida

Por otro lado, el no-pertenecer también tiene sus propios matices. Si bien puede generar una sensación de pérdida inicial, también puede representar una forma de libertad. Para muchas personas, la no-pertenencia se convierte en una oportunidad para construir una identidad que no esté condicionada ni restringida por los estándares o expectativas de un grupo específico. En este sentido, el no-pertenecer es un “exilio” que habilita la creación de una versión más genuina de uno mismo, una resistencia activa a la asimilación.

 

La paradoja de la libertad: Para las comunidades y personas que no logran pertenecer debido a su origen, género o identidad sexual, el hecho de estar fuera de las normas sociales puede ser transformador. No-pertenecer a menudo significa que no hay un molde predeterminado al cual ajustarse, lo cual puede ser liberador. Es el caso de los movimientos de resistencia de minorías que se unen no en torno a la pertenencia a una norma establecida, sino al valor de sus diferencias. Aquí, la no-pertenencia se convierte en un acto de resistencia, una decisión consciente de crear espacios donde pueden florecer sin renunciar a quienes son.

 

La Latinidad como identidad de resistencia: En este contexto, la Latinidad se configura como una identidad que, en sí misma, abraza la diferencia. Para muchas personas latinas en diásporas, el no-pertenecer a la sociedad hegemónica les da la oportunidad de reforzar su identidad cultural sin el peso de tener que cumplir con estándares que les resultan ajenos. De este modo, la no-pertenencia ofrece la posibilidad de abrazar su propio idioma, su memoria cultural y sus tradiciones con una intensidad que de otro modo podría haberse diluido.

 

En países donde los prejuicios son más evidentes, algunas personas deciden no intentar pertenecer a espacios dominantes, encontrando un refugio y un sentido de pertenencia en comunidades alternativas o en la creación de nuevas estructuras. No-pertenecer, lejos de ser una pérdida, se convierte en una afirmación, un espacio donde la identidad se redefine en sus propios términos y se aleja de la opresión de los cánones externos.

3. La zona gris: Pertenencia selectiva y pérdida necesaria

Sin embargo, la realidad no es siempre tan clara y definida. La pertenencia y la no-pertenencia pueden coexistir, dependiendo del contexto y las circunstancias. Esta dinámica permite a las personas elegir de manera selectiva las comunidades y espacios donde desean pertenecer, y al mismo tiempo rechazar aquellos que les resultan opresivos o limitantes.

 

Pertenencia condicional: Para muchas personas, pertenecer en algunos aspectos y no pertenecer en otros se convierte en un acto de equilibrio. En esta zona gris, pueden existir identidades que, aunque no se adapten a todos los aspectos de una sociedad, encuentran formas de vincularse de manera parcial y condicional. Esto significa que no siempre se trata de una pérdida o una victoria, sino de una danza entre ambos estados.

 

El balance en la Latinidad: La Latinidad en contextos globales se vuelve un ejemplo claro de esta pertenencia selectiva. Las personas latinas que viven fuera de sus países de origen frecuentemente eligen los aspectos culturales que desean mantener y los que desean adaptar o modificar. Esto no es un rechazo de la cultura ni un intento de asimilación total, sino una forma de tomar lo que les fortalece y dejar atrás lo que les limita. Este balance ayuda a construir una identidad que no está totalmente sujeta a las definiciones de pertenencia hegemónica, sino que se forja en un constante proceso de negociación.

Conclusiones

Al final, la pertenencia y la no-pertenencia no son simples estados opuestos. En cada una existe la posibilidad de pérdida y victoria. La pertenencia puede sentirse como una renuncia cuando se exige conformidad, y la no-pertenencia puede ser una victoria cuando se transforma en un espacio de libertad y autenticidad. La dualidad entre ambos nos invita a reconsiderar nuestras relaciones con las comunidades y espacios que habitamos, y a cuestionar si estamos dispuestos a pagar el precio de pertenecer o a abrazar la libertad de no encajar.

Para muchos, la respuesta radica en la creación de espacios que no exijan una pertenencia total ni rechacen las diferencias, sino que celebren la diversidad como un valor en sí mismo. Esta perspectiva nos acerca a una identidad más compleja y rica, donde tanto pertenecer como no-pertenecer pueden ser parte de un mismo proceso de autoconocimiento y realización. En este sentido, el viaje de la (no)pertenencia se convierte en una herramienta de transformación personal y colectiva que nos permite definir quiénes somos más allá de las fronteras y los límites externos.

Biografía

Jacobo es un escritor y narrador mexicano con una sólida trayectoria en publicidad y creación de contenido. Nacido hace 45 años en la Ciudad de México, cuenta con más de 15 años de experiencia en el sector publicitario, donde ha perfeccionado su habilidad para conectar con audiencias diversas a través de relatos cautivadores. Aunque se define como guionista, su verdadera motivación es contar historias, una afición que ha cultivado desde hace unos veinte años.

Estudió Creación Literaria en la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM) y Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Además de su trabajo en publicidad, Jacobo desarrolla proyectos propios, entre ellos, varios canales de YouTube dedicados a prevenir estafas en internet y a evitar robos en las calles. 

En su página profesional de Facebook, Jacobo promueve la lectura y la creación literaria, compartiendo contenido que invita a explorar el mundo de la literatura desde una perspectiva accesible. Aunque todavía no ha publicado libros a su nombre, su hambre por narrar se mantiene y continúa escribiendo casi todos los días.

Leslie Chira Barreto

“Inclemente el río que ha crecido, 

siendo abril.

Queriendo barrer todo,

Todo lo que está sobre la pampa.

 

Trochas,

urbanizaciones,

fundos 

y agroindustrias.

 

Colegios,

Clubes,

Hijos de primos 

y sus aspiracionales.

 

Ideales,

metas,

familias 

y afectos”

 

Pienso, mientras sostengo ese expediente

que se limita a la verdad material, solamente.

Y bajo el liso papel en donde se plasmó los autos,

pueden condenar vidas al desamparo.

 

-5.348612xyz, -80.604882abc

Inicia a medir el perito,

mientras se sigue escuchando balas perdidas

y se ven los cercos tambalear.

 

Corre alguien tras cada uno de nosotros,

intentando resguardarnos,

reptamos en la superficie arcillosa,

como alimañas que huyen luego de su fechoría.

 

Lamento la hora en que acepté dedicarme a esto,

pero era la ilusión de mi mamita

y que al menos permite saldar las cuentas,

pero a qué costo.

 

Penumbra, sequía, muerte.

He terminado generando,

para esquivar ese destino de ser tallán

y no haber nacido con un tono más clarito en la pantonera.

 

Cautivito, sé que estoy haciendo daño.

Aunque digan lo contrario el senior del pool,

el capellán de la facultad 

y mis dos tías solteronas.

 

Abro la puerta trasera del edificio comercial,

para evitar la disonancia de nuestra presencia en ese espacio,

porque la tensión se siente como un puñal,

luego de estas diligencias.

 

Vendedores,

algunos compradores que merodean las maquetas,

y unos cuantos periodistas infiltrados,

nos ven fijamente nuestros sastres con tierra arcillosa.

 

Agudizan mi ansiedad, esas miradas intrigadas 

y me termina derrumbando el verte ahí, sentada,

esperando pacientemente todo este rato,

con la grabadora en tus manos sudorosas.

 

Conozco cada uno de tus gestos y

ese ceño rojizo y fruncido,

indica miles de cosas que me quieres decir,

gritar.

 

Sé que pasas a darme la estocada final

porque, en nuestra soledad,

jamás te comenté que los textos también envilecen

y mucho menos, que esto también es pecado.

La (no)pertenencia

La obra trata sobre la no-pertenencia a un lugar y cultura de los Niveles Socioeconómicos C y D de la región Piura (Perú), a consecuencia de haber sido formados e influidos por los centros educativos administrados por órdenes religiosas de rasgos conservadores (Sodalité, Opus Dei). Estas acaparan el poder económico y político en la región norte peruana (Piura, en específico) y nos enseñan a replicar, de manera subalterna, dinámicas de poder patriarcal, heteronormadas, neolatifundista - coloniales para seguir sobreviviendo en un espacio marcado por el acaparamiento de tierras, crisis hídrica e institucional del Estado de Derecho.

​​

Biografía

Leslie Chira Barreto (Piura, Perú - 1993). Con formación en la carrera de derecho, es trabajadora cultural, activista y, actualmente, directora de Generación Orgullo Asociación por la Diversidad Sexual y de Género.

 

Ha colaborado con publicaciones en las revistas Crónicas de la Diversidad (Perú), Sugoi (Perú) y el fanzine "Una lloradita y a dormir - Ciclo de Videopoesía" (Perú). Actualmente, ha empezado a experimentar en la escritura desde el verso libre, reflejando las cotidianidades e interpelaciones de jóvenes diversxs del norte peruano, donde se refleja la lucha constante de negociar su identidad para seguir (sobre)viviendo en un territorio ultraconservador, neolatifundista, machista y cisheteronormado.

Dos poemas 

Luis Bejarano

1. Permanencia y cambio

 

Trozos de espejo en la mitad de la calle

mientras pasan los autos

y se pinchan las llantas

y esparcen pedazos.   

 

En forma de constelación, 

multiplicándose en la calle. Mediodía,

aburrido, cada pedazo de vidrio

olvidando su nombre y el tacto

mientras abre su cuerpo al espacio.

 

Mientras la superficie resquebrajada,

vida o vidrio, es recuperada por el polvo,

poro microscópico,

lo erótico de lo transparente.

 

Y por el calor infernal, reluciente

en la forma de vidrio 

minúsculo, otra forma que arde 

instalada derretida

luz de bestia que cae del cielo arde  

microscópicamente otro espejo. 


 

2. Fases de personaje

 

Un escenario otra vez abandonado,

monumento de piedra y piel,

crece bajo la lluvia.

 

Es un teatro donde cae de noche

el futuro en forma de torrentes.

Contaminada, el agua 

recorre tablas y recorre sobre ellas ojos.

 

Ojos de lluvia: personajes

ante una audiencia de aire.

 

Crecen charcos y barro.

Y sobre la madera, diálogo 

hecho de golpe de gotas,

puños con identidad propia,

            homónima,

falsa.

 

Conectada con mundos, 

la caída del agua y sus acciones

son incalculables

líneas

incalculadas.

 

Aquel personaje sin aplausos se refleja,

se toca a sí y celebra la humedad del silencio. 

La (no)pertenencia

Estos dos poemas reimaginan un concepto de latinidad desde una vivencia contemplativa como ermitaño. En atmósferas que juegan con variaciones de espacio-tiempo, creo textualidades breves para ficcionar y redescubrir lo cotidiano con una sensibilidad hacia la experimentación del error. Con ello, los textos revelan una dimensión que cuestiona la arbitrariedad de la racionalidad hegemónica a través del goce de recovecos o mundos críticos desde una sexualidad posible en Latinoamérica.

Biografía

Luis Bejarano (1991). Soy escritor y artivista peruano. Desde el 2016, colaboro en Rosa Rabiosa, colectiva de creatividades que lucha contra el binarismo de género y racismo en Perú. Mi búsqueda se ha desarrollado a partir de estudios en Lingüística y Artes Escénicas, pero sobre todo desde la participación en el movimiento local de disidencias racializades.

A través de la literatura, siento valioso el ejercicio de exploración de los usos y poderes del lenguaje. En este espíritu de indagación, mi trabajo suele tejer elementos como reflexiones, poemas y momentos de dramaturgia con el potencial de performance. Esta poética de aperturas se sostiene sobre una visión política, que motiva la creación de escrituras para la transformación de sentidos y modos de habitar el presente.

"El llano es un paraíso para el llanero"

Óscar Mauricio Molineros Contento

¿Te extraño? 

Sí, mucho... 

¿Pienso en ti? 

Todos los días...

 ¿Me pongo triste y lloro?

 Sí, a veces.

Pero lloro porque... 

cada vez que me veo en el espejo, 

veo al hombre que me ayudaste a ser.

También veo todo el esfuerzo,

 y sacrificio 

que hiciste por nosotros.


Pero soy feliz, 

porque te veo en mí.


En la naturaleza, 

en las canciones, 

en las personas que te conocieron.

Las historias que cuentan sobre ti.

Y sé que
no solo eras mi héroe,
eras mi papá,
mi amigo,
mi guía,
mi fanático número uno.

Ahora, cuando pienso en ti,
aún lloro.

Pero las lágrimas ahora son
como las cascadas
de las canciones
que escuchabas
y las historias que compartías
cuando yo crecía.

Eras mi héroe.
Siempre lo serás.

 

En memoria de mi padre, Oscar Eduardo Molineros González. 

La (no)pertenencia

Este poema lo escribí para recordar a mi papá y todo lo bueno que él hizo mientras estuvo aquí. Básicamente capturo la esencia de quien era él y lo orgulloso que estaba, no solamente por ser colombiano sino por venir de la parte de Colombia donde el nació, los Llanos Orientales. 

 

Mi poema se vincula a la Latinidad, porque muestra que, como inmigrante nacido en Colombia que vive en Canadá, no importa dónde esté una persona o cuándo suceda un evento como la muerte de un ser querido. El instinto, la mente y el corazón siempre tendrán esos recuerdos de la infancia y nuestras experiencias que nos van a hacer querer 'regresar a casa', al final, para completar nuestro viaje por el planeta.

Biografía

Yo nací en Bogotá, Colombia, y vivo en London, Canadá. Estudié idiomas (BA) y estoy haciendo un MA en Hispanic Literature and Culture en la Western University en London, Canadá y me gusta escuchar música, escribir poemas, cocinar, estar con familia y amigos, y caminar por la naturaleza.

Nos están matando
Adele Negrón Zambrana alias Iniara 

Dejé a mi isla en busca de oportunidades 

Cómo lo han hecho muchos antes que yo 

Y como lo seguirán haciendo otros con el pasar del tiempo 

A pesar de tener una ciudadanía americana desde que nací 

No soy americana y tampoco me ven como uno de ellos

En sus ojos, todos somos iguales no importa de dónde venimos

Las miradas raras cuando escuchan español no faltan

Como si nuestro idioma fuera un insulto a su persona 

Aprendí a no discutir con los ignorantes pero igual a veces me da rabia 

Rabia porque se atreven a decir barbaridades de cosas que desconocen

Se atreven a insultar y humillar por querer buscar una vida mejor

Pero ellos no saben que mi isla sufre las consecuencias del colonialismo americano

No nos quieren en la Isla y no nos quieren “allá afuera” tampoco

Como si nosotros pudiéramos desaparecer 

Y eso mismo hacen

Nos están matando

Es una condena lenta pero nos están matando

Ni me sorprende, ya que ellos tratan a los suyos de igual manera 

Vendiendo comida que no alimenta

Pastillas que enferman

Escuelas que no educan

Hospitales que no sanan

Todo diseñado para ser un esclavo moderno 

Todo diseñado para enriquecer el uno por ciento

Nos están matando

He visto poco a poco mis familiares y amistades desaparecer

Y aunque haya muchos ciegos a la realidad

El plan de un Puerto Rico sin puertorriqueños continúa 

Porque ellos nunca nos darán estadidad

Primero tienen que vernos como personas

Pero para ellos siempre seremos un signo de dólar

La (no) pertenencia:
"Nos están matando" es un poema que Iniara escribió exclusivamente para la convocatoria de (Zine)Lugar y aborda la experiencia de sentirse alienado en Estados Unidos debido al racismo hacia los latinoamericanos desde una perspectiva colonial. Iniara ha vivido en los estados de Texas y Florida, pero actualmente reside en su ciudad natal.


El poema "Nos están matando" trata de la no pertenencia como hispanohablante viviendo en Estados Unidos desde una perspectiva colonial. Oriunda de Puerto Rico, un territorio no incorporado de Estados Unidos, los puertorriqueños están sujetos a un sistema gubernamental populista como en otros países de América, con la diferencia de estar subyugados a restricciones impuestas por el gobierno estadounidense que benefician a inversionistas y ciudadanos foráneos mientras oprimen a los locales.

Históricamente, los puertorriqueños han emigrado en grandes cantidades a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades laborales y educativas desde principios del siglo XX. La isla ha sido y continúa siendo un territorio de experimentos científicos, sociales y económicos que han puesto en riesgo la vida de sus ciudadanos, mientras que el gobierno autónomo local ha hecho poco para defenderlos ante los abusos del gobierno federal.

"Nos están matando" es una crítica a cómo los puertorriqueños (junto a cualquier latinoamericano, a pesar de contar con ciudadanía estadounidense) no son bienvenidos en el continente estadounidense debido al racismo internalizado, especialmente si pertenecen a la clase trabajadora o tienen un nivel económico bajo. Tampoco son plenamente acogidos en su propia isla, dadas las injusticias laborales y el deterioro de los servicios públicos.

El gobierno federal estadounidense ha desestabilizado países latinoamericanos para luego no asumir responsabilidad por sus acciones cuando arruinan la calidad de vida de las personas. Estas luchas nos unen como comunidad latina, ya que compartimos historias de colonización y resistencia. Aunque a Puerto Rico aún le falte alcanzar su independencia, somos una familia de hispanohablantes con una rica historia, buscando una mejor calidad de vida.

 

Biografía

Adele Negrón Zambrana, alias Iniara, es una artista multidisciplinaria procedente de Ponce, Puerto Rico. Obtuvo su grado BFA (Bachelor in Fine Arts) en Pintura de la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Puerto Rico. Iniara se destaca como una artista que incorpora elementos de la subcultura gótica en su arte. Ha exhibido su obra tanto en su isla como en Estados Unidos y ha servido como DJ en la escena gótica puertorriqueña durante 20 años. Su historial incluye producción de música, performance y poesía.

A ARTE DE SER SI MESMO ou A ARTE DE SER QUEM JÁ SE É, DESDE SEMPREO
Hellaine Fontoura

O convite para me incluir no chamamento “FALTA DE LUGAR,” direcionado aos latinos, ressoou profundamente em mim, relembrando-me de que sou latina. Não venho me sentindo pertencente a nenhum lugar já há algum tem"po.

 

Nasci em Belo Horizonte, MG, Brasil. Meu sentimento de “não pertencimento” traz à tona a sensação de estranheza que passa por mim o tempo todo. Só me sinto realmente no meu lugar em dois momentos: quando estou me expressando através das cores e dos movimentos, e quando acompanho pessoas no processo de se reencontrarem através da autoexpressão e da autopercepção, ampliando seus olhares com visão sistêmica e criatividade.

 

Como Artista da Cor e do Movimento, pesquiso a Arte de Ser Eu Mesma. É um processo de autoinvestigação ao qual me submeto diariamente. Ele ocorre através da minha expressão artística — visual e corporal — que favorece o meu processo de autorreconhecimento e desenvolvimento humano-espiritual.

 

Mas há algo que precisa ser dito: mesmo sendo uma mulher que faz arte há quatro décadas, com graduação na UEMG (Escola de Design, Licenciatura Plena em Desenho e Plástica) e integração das Artes Corporais com a Psicoterapia, nunca me senti pertencente ao grupo dos artistas nem ao dos terapeutas. Mesmo sendo filha, mãe, mulher, não me sinto pertencendo a esses papéis; eles são apenas uma parte do todo que me compõe.

 

Mas, afinal, a quem ou a que me sinto pertencer?Somente a mim mesma. Todo o resto é somente um estado de passagem.

 

E é exatamente essa sensação de despertencimento ao resto que me move em direção à Fonte, guiando-me na busca pelo verdadeiro sentido da vida. Tem sido assim já há algum tempo. De vez em quando, desmonto tudo e mudo, saindo do lugar que me acomoda. É neste estado de incômodo, de falta de lugar, que nasce a minha obra.

 

Minha última mudança foi em dezembro de 2023, quando me lancei novamente. Saindo do meu almário, abri as portas e as janelas da minha alma. Mas antes de sair, fiz a curadoria das minhas ¨coisas¨, um inventário das minhas criações, catalogando-as em formato de três coleções:

1.¨Obras Sentidas¨

2.¨Objetos Poéticos¨

3.Materialidades e Ferramentas Artísticas e Poéticas

 

Essas coleções são repletas de simbolismos, revelando a minha biografia e materializando a minha jornada de despertencimento ao resto e pertencimento a mim mesma. Estão fotografadas e organizadas em séries. Envio em anexo uma amostragem; fazê-las e mostrá-las é um ato de cura. O processo criativo é a reconexão com a minha Fonte. Ele me faz relembrar que pertenço a mim mesma e me estimula a me ultrapassar a cada novo dia.

 

Intensificar a sensação de "falta de lugar” me faz reencontrar comigo mesma, pois preciso colocar o essencial em uma mala, uma mochila, um celular, um computador, uma nuvem e algumas caixas, possibilitando a síntese da fase que vivi. Agora, que estou em lugares que não são meus, consigo abandonar o desejo de apropriação dos espaços, algo natural quando possuo algum lugar. Tem sido um aprendizado: a arte de ser hóspede, onde antes considerava parte de mim.

Descobrir o real sentido da vida não é uma tarefa fácil. É mais simples distrair-se, fingir que faço parte dos círculos sociais com os quais convivo, mesmo percebendo que eles não refletem quem realmente sou. Quando me instalo neles, sinto-me "não eu." Para me sentir pertencente, estando nesses lugares, dou passagem à expressão que dentro de mim jorra, pedindo para emergir.

 

Um outro trabalho necessário e essencial que tenho feito é o processo de individuação: separar o eu do não eu. No meu caso, isso significa descolar da figura materna e soltar tal identificação. Minha mãe é linda, ela é quem é. Eu a amo e respeito profundamente, mas eu não sou ela. Permito-me amar mais a mim mesma, ter uma vida mais leve, olhar amorosamente para a minha vida pessoal e profissional, cuidar mais de mim, da saúde e do corpo que habito, pois ele é a única coisa que realmente possuo aqui na Terra.

 

Pertencer a si mesmo é a arte possível de quem vive a realidade e a presença no aqui e no agora, sendo quem realmente é.

 

A apropriação do eu acontece através da corporificação, da ocupação deste lugar essencial, único e pessoal, que tem magnitude e realeza.O corpo é o lugar que abriga o meu ser, independente do gênero, raça ou localização geográfica que ele ocupa.

 

Desejo que o verdadeiro sentido de me pertencer a mim mesma seja construído com clareza de pensamento, calor no sentir e força no agir, justificando assim a minha existência neste mundo. E que isso traga aos clãs dos quais me sinto parte a harmonia, a fluidez e a prosperidade.

 

OBRAS SENTIDAS & OBJETOS POÉTICOS:

Há décadas, aprendi a validar o que sentia, expressando-me artisticamente.Criei inúmeras Obras Sentidas e Objetos Poéticos, que ficavam guardados no meu grande almário, até o dia da sessão de psicanálise, onde me reconhecia, descobrindo partes de mim ocultas até então, que se revelavam através da minha expressão, das obras ou dos objetos que eu criava.

 

A ideia de consentir que sentimentos contraditórios, como dor, alegria, tristeza, prazer, mágoa, decepção e contentamento, tomem o nosso ser é inconcebível para a maioria das pessoas, que preferem se distrair consumindo o que as entorpece. Eu escolhi a arte para dar vazão a tudo o que sinto.

 

A natureza é minha aliada; ela me inspira a fazer contato sentido com a vida que se expressa em meu corpo. Ela me ajuda a voltar para dentro e sentir tudo o que me afeta, ao mesmo tempo que me impulsiona a ir para fora, para expressar os meus sentimentos através da pintura, escrita, desenho, modelagem, costura e performance. Isso é libertador para mim.

 

Ao abrir as minhas memórias e narrativas em torno de meus sentimentos, convido ao desaceleramento e evoco sentimentos represados, que pedem para ser vistos e considerados. Que assim seja. Amém.

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H u a n c a v e l i c a
Blanca Jurado

(introducción cantada)

Apu Taytayku, kullapallawayku

Jesucristo, kullapallawayku

 

Indios eran arreados de todas partes de Huancavelica a morir en la mita minera.

Indios fueron arreados de todas partes de Huancavelica a tallar con su sangre las flores en las piedras que construyen las casonas y los templos ayacuchanos.

Indios fueron arrancados de entre los arbustos donde yacían escondidos,

Indios fueron conducidos a morir reventados por el azogue que invadía sus pulmones,

 

            E S E  E S  E L  O R I G E N  C O L O N I A L  DE  LA  CIUDAD  DE  HUANCAVELICA

 

Mucho quise decir toda mi vida sobre Huancavelica, sobre su deslumbramiento,

toda mi vida a toda palabra siguió la palabra  H U A N C A V E L I C A ….

 

¿QUÉ ES HUANCAVELICA? 

¿QUÉ ES?

 

He llegado, Mamacha, aquí, tu nieta, renombrada, usurpando tu nombre:

 

ALEJANDRA QUINTO

rimaykamuyki

akúykuy yá, ñuqawan

akuykusúnchik, con todo respeto pronuncio estas palabras

el abismo generacional que parte este país y te exilia de habitar tu propia alma, me ha tocado:

me ha tocado con tu hija;

no he podido ser la hija quechuahablante de una madre quechuahablante, 

 

y aunque eso ahora tiene remedio, no tiene remedio ya en el alma que creció con todas las rigideces de ser un castellano; no pues, Mamacha, la ternura que se le está permitido a los pájaros en quechua no pude, y tu hija, tampoco.

 

Akuykusunchik yá, para este duro tránsito que es atravesar las palabras…

Muchas cosas recuerdo de Huancavelica, pero ahora que escribo con la urgencia del tiempo, quiero hablar sobre estos recuerdos de salvación sobre sus cumbres,

no pude en mi capa exterior ser ese arbusto, ese queñual que brilla, pero pude en mi alma recobrar el idioma y eso me devolvió la vida

tú sabes, Mamacha, lo que es ser un pájaro sin rama, un pájaro de vuelo obligado;

así es pues la ciudad del capitalismo

una máquina que devora y destruye

entonces, ¿qué es Huancavelica?, ¿qué son sus cumbres elevadas, su tierra sagrada, su ser de Madre desde donde se elevan esos Dioses poderosos?, ¿qué es, pues, el sonido de la bandurria?, ¿qué es, pues, lo que arrulla al Potocchi, sino sus ichus?, ¿qué son estas cumbres luminosas donde el alma descansa?

 

    Huancavelica es la tierra sagrada de los andes

    es constelación, 

    estrella,

    antes mar,

    antes penumbra

    antes universo

    NUCÑU MAMALLAI CARMEN,

    Huancavelica es el antídoto al veneno de la muerte (de esta muerte impuesta)

    es la conjunción Quechua – Aymara que sobrevive a esos años de esclavitud,

    de mina,

    de azogue,

    de POTOCCHI Y POTOSÍ

La (no) pertenencia

Provengo de una familia quechuahablante de la provincia de Huancavelica, situada en Perú. En Huancavelica, de fundación colonial, se encuentra la mina de Santa Bárbara, llamada también "mina de la muerte", que sostuvo a la corona española por más de 200 años desde su descubrimiento. Fue un centro minero desde donde se extraía azogue, un mineral importante para completar la extracción de plata en las minas de Potosí.

Santa Bárbara fue un núcleo de violencia terrible; se cuenta que ningún trabajador salía vivo de la mina. Luego del abandono de la mina, Huancavelica quedó sumida en la más completa miseria. En la actualidad, Huancavelica registra un récord consecutivo de hambre y pobreza a nivel nacional. Huancavelica es un lugar que no se nombra, que no existe en la boca de casi nadie. Su violencia y existencia se han ido olvidando en el imaginario del país.

Soy la primera generación con acceso a educación superior y que comprende y domina el idioma español. Para mi abuela, yo fui un extraño porque ya no me podía comunicar en su lengua. No fue necesario exiliarme del lado de mis padres para sufrir el exilio; bastó con imponer la barrera idiomática para criarnos lejos de nuestras propias familias.

Eso es lo que yo nombro como abismo idiomático: un abismo generacional que sufro y que quiebra al país como una herida más. Sobre eso intento escribir.

Biografía

Escribo bajo el nombre de Alejandra Quinto.
Soy de Huancavelica, una ciudad en los Andes de Perú.
Escribo sobre mi memoria y los dolores de vivir sobre una historia sepultada de masacre y esclavitud en uno de los centros mineros más importantes de la colonia: la mina de Santa Bárbara.

Geraldine Giraldo 

Rayos solares atraviesan las cortinas de smog
amarillos frescos tiñen mis pupilas
flores que nacen en rincones de cemento,
y sabores que ponen a la defensiva mi paladar

 

Mientras mis sentidos sobrepasan la excitación

la distancia con mi (ex)hogar
empuja mis miedos hacia el acantilado
donde el único territorio que poseo
es mi piel, estriada de recuerdos

 

Esta calle,
la que nunca más veré por primera vez,
enmarcada por edificios babilónicos
que derraman tonos neón
opaca el grito de mi alma
que se encoge,
como el ratón en la alcantarilla
que lleva en el hocico la noticia
de una nueva forastera
con los pies mojados de ilusiones

La (no) pertenencia 

El poema busca reflejar lo estimulante de lo nuevo fuera del lugar de origen, sin dejar de lado la incomodidad de habitar un nuevo espacio o ciudad, donde cada foráneo ha sido cautivado por las novedades, pero, al mismo tiempo, el ruido de la soledad hace que busquemos elementos naturales que conocemos, intentando encontrar cosas en común, como el sol, la vegetación o los animales.

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Crónica Mujeres Migrantes, Perú I

Madres Migrantes Maltratadas Perú (MMM)

Él salió desde ayer viernes; ya no regresará hasta el domingo en la noche. No hay  comida. Menos mal la bebé aún toma seno con sus primeros bocados. ¿Dios, qué  he hecho? Estoy en otro país, casada con un abusivo, irresponsable. Anoche se  oían los gritos de la vecina cuando su esposo la golpeaba. Mi esposo no soporta  el llanto de nuestra hija. ¿Dónde estoy? El día viernes en la noche se viste y sale a  relajarse, hasta el domingo en la noche que regresa a casa. Según él, no me  comporto bien, por eso no me da de comer y no deja dinero en casa.  

La miro, es tan chiquita, tan indefensa, y salió de mi cuerpo. Te voy a amar, te voy a cuidar. Juntas atravesaremos esto. Regresaremos a mi país, a mi hogar, crecerás fuerte y hermosa, lejos de tanta violencia. Por la ventana veo que empieza a llover,  un frío que se mete a los huesos y reseca la boca en la sierra.  

¿El timbre?… Qué raro, ¿sábado a las 5:30 de la tarde? Tocan la puerta de mi  apartamento, que está en el último piso del edificio; seguro algún vecino abrió la  puerta.  

Son dos tipos, gordos, bajos, de mal aspecto, vestidos con ropa de funcionarios  públicos, me dicen que son funcionarios de migraciones, policía de extranjería.  Abrazo a mi bebé con fuerza, sonrío y trato de ser lo más amable posible, me dicen  que están ahí porque les han avisado que estoy ilegal en el país. Les respondo que  estoy casada con un peruano y que mi bebé es peruana, igual me dicen que estoy  ilegal, ya que mi esposo no ha realizado los trámites para legalizar mi residencia.  Así que debo ser expulsada del país, que están ahí para sacarme de Perú. En mi  mente tonta, pensé, “es la oportunidad para que la niña y yo regresemos a mi país”. Les dije que perfecto, que me expulsen, empaco rápidamente mis cosas y las de mi bebé. Inmediatamente uno de ellos me respondió que la bebé era peruana y, por tal  motivo, ella no podía ser expulsada de su país. Sentí que me golpeaba un rayo; les dije que era una bebé que aún lactaba, que su padre era un irresponsable, que nos tenía a ambas casi en abandono. En ese tono que solo tienen estos personajes abusivos y oportunistas, me contestó que ese no era su problema. Que llevara a la niña donde una vecina y la dejara ahí, mientras ellos me trasladaban a la carceleta para mi expulsión. No podía parar de llorar, abrazaba a mi hija, aferrándome a ella,  esperando que todo fuera una pesadilla donde ambas salíamos juntas de este predicamento. Les hablaba, trataba de tocar su sensibilidad, que pensaran en sus madres en esta situación: totalmente vulnerable, sin dinero, sola en otro país con un bebé en brazos.  

Y de pronto uno de ellos me dijo: “morena hermosa, esos rizos tan bellos”, y puso su mano en mi cuerpo, “no deberías sufrir así, ese cuerpazo, tu esposo no te merece, mira como estas ahora, sufriendo y llorando para que no te separen de tu hijita”.  Puso su mano en mi espalda y la deslizó hacia abajo. “Podemos ayudarte, lleva un rato a tu bebé donde tu vecina, mientras vemos la forma de que no seas expulsada del país”. Jamás me había sentido tan vulnerable e impotente en mi vida, sabía lo que iba a suceder. Tomé a la niña, bajé donde una vecina que la quería mucho y le pedí el favor que la cuidara unas horas. Subí a mi apartamentito, como cuando vas al cadalso sabiendo lo que te espera.

Crónica Mujeres Migrantes 
Perú II

Ella era una hermosa joven campesina costarricense que no sabía leer ni escribir.  A su pueblo, un día, llegó un pastor peruano evangélico que se encontraba haciendo un curso y llevando la palabra de Dios. Desde que la vió quedó obsesionado con ella.  Pronto se casaron y, en Costa Rica, tuvieron 2 hijos.  

Tiempo después, él decidió que viajaran al Perú, su tiempo se había cumplido.  Llegaron al nuevo país e inmediatamente el esposo le quitó la agenda de contactos, rompió su pasaporte y el de sus hijos. Asimismo, la llevo a vivir con la familia de él a un pueblo lejano en la selva, en plena época del terrorismo peruano. En pueblos recónditos registra como peruanos a sus dos hijos, cambiando una letra de su apellido, tal como había hecho en el acta matrimonial. Ambas actas decían que ella era la madre, pero que era peruana, y en la otra colocó el DNI de un señor muerto. La suegra la consideraba muy poca cosa, y su belleza un pecado. Pronto comenzó a aconsejar a su hijo sobre la forma de vestir de ella, acerca de sus “salidas al  mercado”, la supuestas infidelidades y faltas a la iglesia. Empezaron las palizas correctivas. Cierto día, regresando del mercado, encontró a su esposo y sus 4 hermanos extremadamente enojados y con la madre gritando que merecía ser castigada de manera ejemplar.

Madres Migrantes Maltratadas Perú (MMM)

Ella era una hermosa joven campesina costarricense que no sabía leer ni escribir.  A su pueblo, un día, llegó un pastor peruano evangélico que se encontraba haciendo un curso y llevando la palabra de Dios. Desde que la vió quedó obsesionado con ella.  Pronto se casaron y, en Costa Rica, tuvieron 2 hijos.  

Tiempo después, él decidió que viajaran al Perú, su tiempo se había cumplido.  Llegaron al nuevo país e inmediatamente el esposo le quitó la agenda de contactos, rompió su pasaporte y el de sus hijos. Asimismo, la llevo a vivir con la familia de él a un pueblo lejano en la selva, en plena época del terrorismo peruano. En pueblos recónditos registra como peruanos a sus dos hijos, cambiando una letra de su apellido, tal como había hecho en el acta matrimonial. Ambas actas decían que ella era la madre, pero que era peruana, y en la otra colocó el DNI de un señor muerto. La suegra la consideraba muy poca cosa, y su belleza un pecado. Pronto comenzó a aconsejar a su hijo sobre la forma de vestir de ella, acerca de sus “salidas al  mercado”, la supuestas infidelidades y faltas a la iglesia. Empezaron las palizas correctivas. Cierto día, regresando del mercado, encontró a su esposo y sus 4 hermanos extremadamente enojados y con la madre gritando que merecía ser castigada de manera ejemplar. 

La ataron a un poste donde ponían los cerdos, y con los cinturones amarrados a sus manos dejando colgada la hebilla, comenzaron a flagelarla; las marcas de las hebillas de metal cortaban su piel. Su hijo mayor, José, veía como se derrumbaba el cuerpo de su madre. Ella se sentía morir, y ante tal dolor comenzó a golpear su cabeza contra el poste al que estaba amarrada, esperando desmayarse. José corrió hacia ella y la abrazó en el piso. Dejaron de golpearla. José levantó la cara completamente destrozada de su madre, tenía sus ojos hinchados, cerrados, sangrantes. Lloró y la abrazó con la fuerza de su pequeño cuerpo.  

Luego el pastor fue trasladado a otro pueblo, donde nació su tercer hijo, quien  también fue registrado con el nombre de ella y con la nacionalidad peruana. Él  decidió llevar la palabra de Dios a pueblos cercanos, y para esto, se llevaba a José  con él. Ella se quedaba con los niños menores, sin dinero, pasando penurias. A tal  punto que una vecina, conmovida por su situación, la ayudó a montar un puesto de  comida. Pasaban meses; el pastor retornaba con el niño y seguían los maltratos  físicos y psicológicos hasta que ella tomó la decisión de separarse. 

Un día él viaja llevándose una vez más a José. Ella buscó ordenar sus papeles y se dio cuenta que no podía demostrar legalmente que ninguno de sus hijos eran  suyos. En el pueblo era mal vista por haberse separado de su esposo, el pastor. Sostenía a los hijos vendiendo comida, muchos hombres compraban su menú,  mientras la miraban lascivamente, y pronto adquirió fama de prostituta. Cansada,  decidió trasladarse a la capital. Mientras el pastor, casi un año después de haber  partido con su hijo José, decidió retornar al pueblo. Una vecina le entrega una carta  que había enviado su esposa solo para José, donde le decía donde estaba y el  teléfono para poder contactarla. El pastor se quedó sin su Iglesia, sancionado por 

la congregación por la separación de su familia y el rumor del maltrato a su esposa. Decide ir en busca de ella, viajando a Lima, con José.  

Ya en la ciudad habla con ella hasta convencerla de regresar con él, para que  vuelva a tener trabajo en su congregación. Desconfiada, cansada de los maltratos  y el abuso, no quiere retomar una relación con su esposo. Entonces deciden  sostener un matrimonio de apariencia, sin ninguna relación sentimental ni física.  Ya un poco más grandes sus hijos, Antonio, el menor, encontró a su padre violando  a su madre. Este los separó, golpeando a su padre y jurando acabar con su vida si  volvía a tocar a su madre. Finalmente, después de casi 40 años de matrimonio, el  pastor murió en medio de un terrible y doloroso cáncer, en brazos de ella. Años en  los que ella nunca tuvo residencia legal en Perú.  

Quince años después, ella, enferma, está atrapada en un país que no es el suyo y  que ni siquiera la reconoce, porque su esposo no le dio la gana de hacerlo. Sin  papeles, y casi sin saber leer ni escribir, sigue luchando por poder demostrar que  sus hijos son suyos, y solo puede acceder a la residencia humanitaria por algunos  meses, para evitar que la boten del país donde viven sus hijos y nietos, y donde  diosito la puso. 

"Y tu también eres mi sangre"...

Madres Migrantes Maltratadas Perú (MMM)

Ser mujer en Perú, es una hazaña. Décadas pasaron para caer en cuenta que el ensañamiento con las migrantes era solo otra forma retorcida de hacer sentir el poder del machismo instaurado en el
Estado, cruel, ante el más vulnerable. Eso y la corrupción, fue solo un acicate más para invisibilizarnos, al punto que hay un instante que sientes que realmente no eres nadie.

Nuestra sangre recorre por las venas de los peruanos, porque muchos de ellos son nuestros hijos, nuestros nietos. Podemos estar rotas, quebradas, destruidas, y nuestro agresor siguiendo nuestros pasos, pero sin nuestra sangre no saldremos de Perú, así el costo sea la muerte.

La (no)pertenencia

​Lamentablemente Perú es un país xenófobo y aporofóbico, el cual no esta acostumbrado a recibir migrantes. Antes del éxodo de venezolanos, la cifra de migrantes no superaba los 150 mil residentes de diferentes nacionalidades.  Actualmente esa xenofobia aumentó direccionada hacia una sola nacionalidad, siendo peligroso, porque de ahí solo logra que todos los migrantes seamos estigmatizados. Las cifras de violencia contra las mujeres son alarmantes, y el ser extranjeras agrava nuestra vulnerabilidad. Al momento de casarnos pasamos a ser propiedad de nuestro esposo peruano, el cual debe realizar el trámite de nuestra residencia, si es un agresor, nunca se realiza el trámite. Para completar, los niños, al ser peruanos, no pueden salir del país sin la firma del padre peruano, así este sea un agresor, un deudor de alimentos o un feminicida. Esto convierte a nuestros hijos en trofeos-rehenes, donde tenemos que decidir si salir del país sin ellos, o quedarnos soportando toda clase de vejaciones.  En estas circunstancias es muy difícil sentir una pertenencia en un país donde no se puede garantizar la integridad física y mental de una y de sus hijos. 

Biografía

Nuestro colectivo se llama Mujeres Migrantes Maltratadas Perú (MMM), integrado por mujeres extranjeras residentes en el Perú, la mayoría esposas y madres de peruanos, víctimas de violencia familiar. Lo que nos une a todas es que hemos sufrido graves problemas migratorios. En gran parte debido a una legislación obsoleta y predominantemente machista. Y, en parte también, por el sesgo discriminatorio con el que nos tratan algunos funcionarios de diversas instancias del Estado peruano (Migraciones, Policía Nacional, Poder Judicial, etc.).

Muchas de nuestras integrantes han sufrido y siguen sufriendo maltratos físicos y psicológicos por parte de sus parejas. Algunas de nuestras compañeras han sido víctimas de feminicidio, de acoso, perdida de la tenencia de los niños y violación de ellas y de sus hijos. Otras han sido expulsadas del país y se han visto obligadas a dejar a sus hijos en Perú. Y todo esto ante la mirada indiferente de las autoridades de turno. El agravante es que, por nuestra situación migratoria, nos encontramos en un mayor grado de indefensión, al no contar con redes familiares ni amicales que puedan apoyarnos.

En vista de esta grave situación y debido al poco apoyo que recibimos, las integrantes de MMM nos hemos unido para defender nuestros derechos y los de nuestros hijos.

Desde hace años estamos luchando para cambiar esta terrible realidad, tratando de visibilizar lo que ocurre con nosotras. Hemos conseguido que el Ministerio de la Mujer nos atienda (antes no nos atendían, porque éramos extranjeras), Migraciones ya no exije la carta de aval moral y económico de nuestra pareja, hemos logrado también que algunas compañeras del colectivo hayan regularizado temporalmente su situación migratoria, tener residencia por nuestros hijos peruanos y la creación de la residencia humanitaria, pero todas estas residencias son temporales y cada tanto volvemos a estar irregulares.

Quizás se sabe de la actual situación de Perú, y, como siempre, para justificar la delincuencia desbordada y la absoluta falta de autoridad, el discurso es totalmente xenofóbico, endureciendo aún más la actual Ley de migración con sanciones y requisitos, al mismo estilo Gestapo. Delación de los irregulares, prohibición de arrendar vivienda, expulsiones express en menos de 24 horas, etc.  Eso afecta directamente a los migrantes más vulnerables.

Para más información sobre MMM, revisa sus videos informativos.

EPITAFIO

Alfredo Cruz del Rosal

La vida besó mi sonrisa con cólera somnolienta y hambre que no es de pan. Al principio de mis días, cuando a la juventud le pesa la vergüenza del qué dirán y se intenta ser parte de algo, la realidad me abofeteó cual singular sparring con chanzas de aquellos cuyos destinos, diseñados por sus padres, los maleducaron para saber obedecer. No, no era mi destino, ni siquiera sabía que existiese uno. Lo que deseaba era vivir, saborear los días con algo nuevo, fuese lo que fuese; sentir, sí, sentir: palpar, lamer, besar, comer, beber, oler, degustar lo que fuese, con quien fuese, y hablar lo políticamente incorrecto para tocar el fondo que te hace valorar la mortalidad sin dejar de ser humano. Me dolía más que a los demás las tragedias de mis semejantes, y odiaba más que cualquiera lo superfluo de la vanidad en las clases sociales.

Así crecí, siendo parte de una sociedad que me producía náuseas, pero que no me era posible disuadir. Entre violencia, competencia y banalidad, vomité de cuando en cuando mis palabras en sendos cuadernos con poemas sin terminar, escritos sin firma y desahogos orgásmicos de conciencia, salpicando tinta sobre los torcidos renglones de mis fantasías textuales. Comprendí que no me importaba ser parte de la grey y mucho menos escuchar los consejos que me permitiesen ser un hombre de dios. Yo anhelaba ser un hombre de dioses, de profanar cultos para que las divinidades se aterraran de mi comportamiento, señalándome como el mal ejemplo para castigar al insensato gusano que se atrevía a ser libre. Y lo hice.

​​

Ahora que los años pasaron y mi fuego ya no quema como antes, siento más firme que nunca mi convicción. Cada una de las cicatrices que las lágrimas me dejaron, cual ácido en la piel, las degusto con el fervor del recuerdo, viviendo esos ayeres sin pena y con una sonrisa del dolor que me obligaba a poner los pies en la tierra para no perderme en la locura, el único lugar donde sé que tú, sí tú que me lees, podríamos encontrarnos y entendernos.

CRA
1979–20??

La (no)pertenencia

La "pertenencia" de mi trabajo está íntimamente ligada con el "ser," el fútil ser, ese que se ensucia las manos en su andar, que deja atrás los protocolos sociales, cuyo único fin es vivir a razón y mandato de sus pasos, sin máscaras, con una percepción de la libertad en todos los sentidos, abrazando a un prójimo que, a estas alturas de la vida y de la sociedad, es difícil encontrar: cristalino, transparente y sin interés.

Mi trabajo, utópico en algunas partes, crudo en otras, pero sensible en su conciencia social, ya no me pertenece. Le pertenece a mi otro yo, que busca, bajo la influencia de su ego imaginario-literario, ser leído desde sus vivencias anónimas.

Si se trata de encasillar en alguna pertenencia, cabría muy bien en la mundanidad humana, esa que no tiene nombre por ser tan cotidiana, que ya no espanta pero sorprende, como un cristal sucio cuando es pulido o simplemente limpiado para revelar la percepción que se desee. Después de todo, nuestra realidad "depende del cristal con que se mire."

Biografía

Mi nombre es Alfredo Cruz del Rosal. Soy de la Ciudad de México, abogado litigante en la materia laboral. He publicado un libro de poesía libre cuyo nombre es "Desacato al Silencio."

SUPAYA, LA SOMBRA URBANA

 Christopher Huaman Quispe

¿Pitaq kani?, ¿Qué quién soy? Yo nací en las paqarinas de los wamanikuna, en la omnicromática oscuridad del Tayta Urqu, tan colorida como los vientres de las warmis. Yo habité la puna, las quebradas, los valles, el infinito páramo, y por las noches durante el tinkuy o bien asistía al castigo del manaruna o bien infundía mi poder dador sobre el qawaq que valiente arroja hojas rituales para el kintu. Yo crecí a la vera del grandísimo ámbar solar, Tayta Inti, entre el fuego de las flores ígneas y el canto de las rumikuna, el silbo de los apus, el canto de los animales enamorados, entre la helada y la lluvia cuando el fuerte wayra solía insuflar su voz. Yo descendía el monte para azuzar los carnavales del pueblo y espectar a los runakuna que persisten en retratar la sombra de mi baile, la luz de mi danza, y cabeza multiforme que encarna toda la luz y oscuridad del mundo. Yo conocí al kuntur, mensajero del awki, con el lomo mirando el cielo y el buche sobre la lomada, agorando el kaypacha y kunanpacha de las comunas. Era entonces el kamaq, la fuerza dadora, que manaba del interior y animaba y sostenía la naturaleza de las cosas preservando la armonía en la oscuridad del cosmos.

 

Nos creó la necesidad de creer, y creyeron, hasta que llegó esa otra extraña fuerza, tecnología, progreso, civilización le dicen los mistis, yo le digo soberbia, que modificó el corazón de todos, maqtakuna y sipakuna, y nuestras raíces empezaron a escocer por la violencia del carbono de las grandes industrias. El manchachikuq, atormentado por los largos caminos de asfalto, dejó de sancionar a quien vulnera tierra sagrada; las sirenas, sumaq pasña, enfermas por el tinte oscuro de las mineras, dejaron el agua y su canto por temor a la extinción. La modernidad asoló a los umallanchikpi, y quién no se adaptó lo fulminó el olvido.

Fueron buenos tiempos, pero los tiempos cambian como el wayra. Así fue que decidí mi descenso a la gran ciudad. Y como “El caminante”, Supay Guaman Poma, caminé bailando mi dolor, haciendo bailar mi sombra, por purito instinto, por amor, por nostalgia de los míos, bailé, porque no hay dolor que no se pueda bailar. Bailé las abras, bailé las cumbres, bailé el nevado y los últimos glaciares, y animé las sombras elementales para bailar mi adiós. Bailé bosques minerales, estepas de viento, montañas solares y con la fuerza de los finaditos que me llevé del susto, lancé un guapeo con el retumbar de mil pezuñas y la cordillera despertó de su largo sueño y la tierra despertó del mismo sueño y bajo la constelación de la llama le canté a la quilla una melodía sin tiempo. ¿Pitaq kani? ¿Qué quién soy? Mi sombra se hizo con piel de árbol, pelos de zorro, de vicuña, de los astros de la tuta, de voz de monte, de canto de sirina, de llanto de condenado, de todos los colores del universo mismo.

 

La faena apenas me cansó. Por mi poder de trashumante descendí hasta Lima, como desciendo al Ukhu Pacha y de lejos aviste luces como colmena de estrellas. Y mi fuerza decreció entre el ruido salvaje de los monstruos de metal, el entretejido de los postes, puestos de comida, jardines prisioneros y casas que se repiten, ¿Qué es todo esto, dije? Y me escondí en la sombra de un maqta y repetí su vida entera y todo lo vi, «¡Lima es la ciudad de los colores muertos, Lima es la ciudad de la ruda competencia, Lima es la ciudad de los opuestos y del encontronazo dije!». Pero una noche caminé hasta la Plaza San Martín, casi nadie me reconoció, solo unos abuelos, que apenas me vieron se prosternaron por la  belleza de mi cornamenta, y presencié una gran fiesta, un festival en el centro, ¡Y cómo zapatean, maqtakuna y sipakuna!, ¡durísimo!, ¡salvaje!, como pisadas de ganado cuando oyen mi voz. Luego una marcha, ¡Y cómo entonan y cantan!, ¡vibran como un solo instrumento, porque cantar es resistir! Luego un concierto, ¡Y cómo se golpean oye!, ¡fuertísimo!, ¡harto, harto! Es una fiesta de cuerpos indómitos y hábitos violentos. La ciudad es una selva de criaturas sensibles dije, de día una, de noche otra, duerme y despierta de sueños de la mañana anterior, y yo veía esos sueños anidar en su sombra, con esperanza  nebulosa, con fe ciega, sueños de oro, sueños de cambio, sueños de amor, y cada uno arrastraba el suyo o lo dejaba caer. Uno es foráneo hasta que se encariña con la tierra que pisa, y yo le agarré cariño a Limaq y al limaymanta.

 

El llaqta runa había perdido su sombra, su identidad, su orígen. La proyección de su espíritu no dilatará el futuro dije. «Solo en el momento en que la sombra vuelva al cuerpo, habrán reconocido quienes son». Ese mismito día encaramé al Apu Usharu, dónde el Supay Quizu Yupanqui lideró la última resistencia, y al mirar el Río Rímac, amaru de agua, hice un silencio de cóndor, y al mirar a los apus mayores desde la cumbre más alta, la ciudad que habita en mí y que habita en todos se conmovió de ira. Y las gentes de mi recóndito ser, chillaron en revoluciones de marcha interna, se autoconvocaron en La Plaza Mayor, que también hay en mí, e hicieron tomar las calles al ritmo de los sikuris, y el régimen autoritario no lo soportó y el estado dio el primer el golpe, y la policía a toditos los mató dentro de mí, y al reconocerse y reconocer las gentes del exterior, más reales pero tan frágiles como ellos mismos, comenzaron a huir, a escapar, de la sangre, del autoritarismo, de la extorsión. ¿Qué es esto, dije?, ¿Acaso Lima me enfermó? Rapidito me sacudí del susto antes que madure y bailé de nuevo, porque no hay dolor que no se pueda bailar, y troné al unísono: «¡Lima tiene mal de espanto, el colonialismo le ahuyentó la sombra y yo vine a devolverla!».

¿Pitaq kani?, ¿Qué quién soy?, «¡Soy el Supay, el demonio andino y desde hoy, el demonio urbano, la sombra de la calle, la otra vereda, el peatón eterno, el último paradero, las geografías de un bus, el encuentro de los diferentes, las preguntas en el camino, el canto que resiste, el viento cambiador, el último Meijo! “Supaya Urbano” díganme, mitad demonio, mitad ciudad, ahora soy un ser urbanico y mi animal espiritual tiene hambre, hambre de condenar al injusto, hambre de bailar el duelo, hambre de elevar las sombras». Haré de esta ciudad el Ukhu Llaqta y traeré a los míos, a morar sus calles, sus corazones, sus vidas, ¡Lima será la ciudad de todos los tejidos, de todas las melodías, de todas las memorias, el espejo de la gran multicolor urbana!, ¡Haré de sus desiertos mi vergel! Porque el canto final se acerca, porque el baile final se acerca y no hay dolor que no se pueda bailar dije y me fui!

 

Desde entonces Lima es mía. No hay fiesta, feria, tocada a la que no asista, en las barriadas, en los conos, despertando a los apus, en la plazas y colectivos, resistiendo, hasta la chicha del alba, hasta el baile molecular, hasta que rujan los cerros yo estoy.

 

— ¡Ah! Entonces por eso viniste hasta aquí supay —me respondió la wiskacha con admiración en la orejas—, a las faldas del Apu Siqay. Solo te advierto wayki, que aquí en Lima, existe otro Diablo que no eres tú.
 

Glosario

Paqarinas: Grutas o lugar donde se nace.

Wamanikuna: Espíritus moradores de las montañas más altas.

Tayta Urqu: Padre o señor cerro.

Warmis: Mujeres.

Tinkuy: Encuentro.

Manaruna: Humano que transgrede las normas de su comunidad.

Qawaq: Guardián y maestro que practica la medicina andina.

Kintu: Ramillete ritual de tres hojas de coca.

Tayta Inti : Padre sol.

Rumis: Piedras.

Apus: Espíritus de los cerros.

Wayra: Viento.

Runakuna: Seres humanos.

Kuntur: Cóndor andino.

Awki: Abuelo o señor cerro.

Kaypacha: Espacio.

Kunanpacha: Tiempo.

Kamaq: Fuerza creadora, dadora o sancionadora.

Mistis: Extraños o que no pertenecen a la comunidad.

Maqtakuna y sipakuna: Hombres y mujeres jóvenes.

Manchachikuq: Condenado o fantasma.

Sumaq pasña: Mujer hermosa.

Umallanchikpi: Seres reales del imaginario andino.

Quilla: Luna.

Supay o Supaya: Sombra espectro ni bueno ni malo, llamado también diablo o demonio andino por la escatología judeocristiana.

Tuta: Noche.

Sirina: Sirena.

Ukhu Pacha: Mundo de adentro o inframundo.

Limaq: Lima.

Limaymanta: El que viene de Lima.

Llaqta runa: Ciudadano.

Apu Usharu: Cerro sagrado, llamado también Cerro San Cristóbal.

Amaru: Serpiente.

Sikuris: Grupo de runakuna que toca el siku, es decir la flauta andina.

Supaya Urbano: Resignificación o transculturización del supay andino.

Ukhu Llaqta: La ciudad detrás de la ciudad, la infraciudad.

Wiskacha: Vizcacha  montañera.

Apu Siqay: Cerro sagrado del distrito de Villa María del Triunfo.

Wayki: Amigo.

La (no)pertenencia

Nuestra cultura andino-amazónica, a lo largo de la historia, ha cambiado y evolucionado según sus lógicas e intereses, sin embargo, desde el colonialismo este cambio sufrió una celeridad no natural y propia de occidente, a este fenómeno se llama transculturación. En el relato que expongo, hablo del “Supay”, un personaje polémico de nuestra cultura popular, afectado, rechazado y hasta maldito, producto de este fenómeno. El supay desciende a Lima, la ciudad más colonial del Perú, y enfrenta, siente y reconoce lo suyo en lo ajeno, lo común en lo extraño, en toda nuestra vorágine política. Yo propongo una doble transculturación, un retorno al pasado sin olvidar el presente, lo que se llama ahora: Cultura Urbano - Ancestral. Se sabe que el imaginario andino aún pervive en nosotros, aún se vive, aún se siente, pero a su vez se rechaza y se niega, y que su adaptabilidad, propia de la amerindia popular, es creciente por el progresismo, la modernidad y la tecnología. Las preguntas son, ¿Qué pasará con nuestra cultura a este paso?, ¿Aún la sentiremos parte de nosotros?, ¿Existe otro camino para no olvidar? En nuestra cosmovisión andina, el futuro solo es posible si se mira el pasado, y yo comparto esta visión del mundo.

Biografía

Christopher Huaman Quispe, limeño y peruano. Artista multidisciplinar, con formación en arquitectura y urbanismo y especial atención a nuestro territorio y ciudad. Aprendiz, observador y explorador de la(s) Literaturas emergentes entre lo humano y lo natural. Nombre artístico: qawaq ñawsa.

Erika Villalobos Torrijos

Entre estar y no estar

Entre ser y no ser

Entre existir y desaparecer 

¿Dónde figuro yo?

 

Seguir, siempre seguir

Parar, nunca parar

El descanso no tiene tiempo

El tiempo no tiene sentido

 

En este remolino atormentado

En esta latitud alejada

En esta realidad ajena

¿Pertenezco?, ¿desencajo?

 

Y mi mente grita que puedo

Y mis pies andan cuesta arriba

Y mis ojos fijan la menta venidera

Y mi corazón que se aferra al ayer

 

¿He encontrado mi nido?

o ¿he perdido mi esencia?

¿he aprendido a soltar?

o ¿he cortado mis raíces?

 

Entre no estar y estar

Entre no ser y ser

Entre sobrevivir y vagar 

¿Dónde está mi lugar?

La (no)pertenencia

El poema ahonda en la búsqueda de la pertenencia en un lugar al que me siento ajena, observada, expuesta. Transito por una confusa realidad sumergida en una bruma que no se difumina a pesar del paso del tiempo. El poema Entre ser y no ser, se centra en el desconcierto de mi presente que, aunque es mío, la no-pertenencia me lo arrebata. 

Biografía

Erika Villalobos Torrijos, nació en la Ciudad de México. Estudió la carrera de Derecho y posteriormente Lengua y Letras Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). 

Tiene dos maestrías. La primera en Docencia del Español en la UNAM. Y la segunda en Estudios Hispánicos en Western University, Canadá. 

Actualmente imparte clases de español como segunda lengua y está haciendo su doctorado en la Universidad de Boston. Se especializa en la novela y el cuento, aunque a lo largo de su carrera como escritora ha experimentado con la poesía. 

Su cuento, El caudal del ayer, se publicó en la revista española Dialnet teniendo gran éxito. Ha sido ganadora tres veces del concurso nacional de cuento y poesía del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos.

Su novela La loma, se publicó en el 2024. Se desarrolla en Santa María La Loma, un pueblo del Estado de México. La novela se centra en la brujería mexicana, así como en las pasiones y dolores sobre los que gira la vida. 

El lado oculto de la palabra

Esteban Escalona

Los dichos populares suelen explicar con algo de poesía urbana las maravillosas complejidades del mundo. Probablemente, en algún momento hemos usado expresiones como “a palabras necias oídos sordos”, “el tiempo lo cura todo”,  “a otro perro con ese hueso”, “el diablo sabe más por viejo que por diablo” o ésta que es mi favorita: “Donde fuego hubo, cenizas quedan”. 

 

En Nueva York he conocido expresiones de diferentes tipos que buscan explicar esta indescifrable ciudad, o simplemente seguir elevando el imaginario de la impropia vida neoyorquina. De todas ellas, hay una que me ha quedado grabada para siempre. Me la dijo Steve Paguay (un ex compañero de trabajo en la cámara de comercio, allá en Harlem), una tarde de invierno cuando salimos de la oficina a mirar el temporal de truenos y relámpagos que había entrado en la ciudad rompiendo desprevenidos paraguas, botando letreros o haciendo rodar algunos tarros de basura a lo largo de Amsterdam Avenue.

Con Steve siempre tuvimos conversaciones profundas. En aquel tiempo, él estaba muy interesado por la metafísica que yo aprendí leyendo autores como Conny Méndez. Todo esto me ha llevado a interpretar a las personas como portadores de mensajes a los que hay que estar atento. 

Pero aquella tarde, yo no lo estaba.

UNO- Bienvenida

Lo de Steve vino mucho después. Por lo pronto "One belongs to New York instantly, one belongs to it as much in five minutes as in five years”, es una de mis favoritas al llegar porque el inmigrante necesita buscar un lugar que le de un sentido de pertenencia, algo conocido para, desde ahí, comenzar a construir una nueva historia. Recién me instalaba en Manhattan y ya sentía que éste era mi lugar. Durante diferentes épocas y espacios de tiempo había vivido en San Francisco, Las Vegas y Florida; sin embargo, apenas llegué a Nueva York en febrero del dos mil diecinueve, no sé por qué, cómo o cuándo, comencé a sentir una complicidad con estas calles y su gente. Hay indicios que puedo compartir. 

Por ejemplo, cuando tuvimos que registrar a mi hija en su escuela, en la Noventa y Cinco con Lexington Avenue, se nos acercó una profesora para darle la bienvenida e invitarla a un programa de adaptación para niños inmigrantes. La forma amable y cariñosa de hablarle a mi hija, el tiempo que se tomó en explicarnos los diferentes procedimientos, fue un momento fraternal que me llenó de felicidad de saber que no discriminarían a mi hija, como he escuchado que sucede en muchas escuelas de Upstate o en otros estados más radicales.

 

Me sentí feliz.

DOS- El groove neoyorquino.

La diversidad de esta ciudad tiene algo que la hace única, y para ello hay una expresión que tiene todo el groove neoyorquino “This is not the US, this is New York”.  Aquí es muy extraño que aparezca alguien diciendo: “This is America, Speak English”, y si sucede (porque siempre existe uno que otro incauto que cree que la tierra es plana) los propios neoyorquinos se encargarán de ponerlo en su lugar. En una ciudad cromática, tornasolada una girándula de personas, debido a su multiculturalidad, apenas caminas por los alrededores de Roosevelt Avenue te confundes con ese melting pot neoyorquino, y obtienes un sample del mundo. Las vitrinas con esos maniquíes vistiendo kurtas, turbantes, las mujeres caminando con sus sari o gurkas, el aroma de las especias que logran escapar de las cocinas nepalesas o árabes entremezclado con el de esas inacabadas tiendas instaladas en la vereda, olorosas a palo santo, a arepas o tamales junto a las aceitosas nubes de anticuchos a ritmo de rancheras o merengue o a los gritos de los vendedores, crean un ambiente no muy diferente a las de las grandes capitales de Sudamérica. 

TRES-Bombones para los bohemios.

Si alguna vez París fue la ciudad de las luces, lo dejó de ser gracias a New York. Manhattan nunca descansa. Como vasalla o yanacona de su propio mito, la expresión “New York is the city that never sleeps”, no puede ser más acertada. Es excitante pensar en esto, más aún para quienes disfrutan religiosamente de la noche. He ojeado libros del Village Works Bookstore a las tres de la mañana y luego escuchado poemas bebiendo cerveza junto a desconocidos contertulios. He estado en la barra de un bar y luego, gracias a un misterioso acto de teletransportación, en una fiesta de jóvenes ingleses y sudafricanos en un departamento con vista al Hudson. He llorado junto a Rosi, aquella bartender mexicana del Village a quien hace cuatro años deportaron a su esposo y ahora está sola con sus hijos. He fumado tabaco Golden Virginia en la pileta de Washington Square junto a una argentina de Florida que se vino el fin de semana en búsqueda de aventuras. He paseado con mi vaso de café en el Ferry de Staten Island a las tres de la mañana, dormido en los vagones del subway, con Aurelie hemos bebido sake junto a tempura noodles, Shumai en un oscuro basement del Village y siempre, siempre esta ciudad tiene algo nuevo para ofrecer.

TRES-Aquella noche en el subway

Aquella tarde, mientras vadeábamos la tormenta, de un momento a otro y sin provocación alguna Steve me dijo lo siguiente: “No eres un verdadero neoyorquino hasta que no has llorado solo en un vagón del subway”. Pensé que me estaba desafiando. Le pregunté qué quería decir con eso. Entonces me contó la historia de una amiga que estaba sola en la ciudad y que lloró en un vagón.  No le encontré mucho sentido, le dije que nunca lo había escuchado pero que me parecía una idea demasiado dramática para un día como ese. Tiempo después entendería que Steve fue solamente el mensajero en esta obra dramática.  

 

Sucedió en marzo del dos mil veintidós. La verdad es muy difícil comenzar a escribir esto.

 

Le he dado muchas vueltas y dejado borradores en el tacho de la basura. Sucedió exactamente el día ocho de marzo del dos mil veintidós. Como todos los martes fui a buscar a mi hija al departamento de su madre en el Upper East Side, para llevarla al Playground. Su madre me dijo por el citófono que quería hablar conmigo y luego bajó sin mi hija hasta el lobby. ¿Qué sucede? le pregunté molesto, pensando en que nuevamente me iba a hacer problemas para ver a mi hija. Pero no, sin ninguna sutileza, me dijo que se iba a vivir a San Francisco porque había encontrado un mejor trabajo. No exagero cuando digo que mis piernas no fueron capaces de sostenerme y di un paso atrás para equilibrarme. Sentí que me faltaba el aire, que mi garganta se comprimía, era una escena irreal y totalmente absurda. ¿San… Francisco? respondí casi con un hilo de aire que logré sacar con urgencia de mi pecho. Y luego la negación, la confusión de no poder imaginar el futuro lejos de mi hija y que mi pequeña creciera sin su “papá loco”.

Ella siempre con esa actitud fría, poco empática, la de una mujer que creció bajo un sistema de violencia y a resolver problemas de códigos de computadoras que de personas, siguió “nos vamos en junio, pero puedes ir a ver a Laurita cuando quieras”.

Yo no entendía nada, acababa de encontrar un buen trabajo, la ciudad volvía a ser amable, tenía una novia que se llevaban muy bien con mi hija, el sol comenzaba a salir por mi lado; pero no, no podía ser tan perfecto y sentí una angustia tan grande que en una actitud absurda salí, o más bien arranque de ese lobby para no darle la satisfacción de verme llorar.

Me fui hasta Central Park. Necesitaba estar en medio de la naturaleza para respirar pero en mi cabeza no me cabía la idea de estar sin mi hija si siempre habíamos estado juntos. ¿Cómo sería el mundo sin ella?

Después de caminar un poco, de no poder llorar porque de un momento a otro me sentía muy seco, volví a reaccionar y fui a  buscar a mi hija para llevarla al playground. Aquella tarde de marzo observé a mi hija como un ser extraño, un ser que vino tan solo por unos segundos a alegrar mi vida. Ella jugaba con sus amiguitos, tirándose del resbalín, corriendo de aquí para allá gritando de alegría. Luego jugamos al tag mientras todos los pequeñitos corrían a la siga mía tratando de atraparme en el pequeño espacio del playground.

Cuando ya se habían ido sus amigos y estaba oscuro, la cargué sobre mis hombros y nos fuimos al café de la esquina a comer sus crepes con nutella y banana. Esa noche no hablé mucho con mi hija. No quería arriesgarme a llorar frente a ella, aunque ella se dio cuenta que algo andaba mal. Es muy intuitiva. La abracé muchas veces, respiré sobre su pelo para sentir su aroma -esta es una costumbre que tengo desde que era bebé-, traté de disimular cuando me preguntó qué me sucedía. “Nada hija, nada, solo estoy cansado”. Cerca de las ocho de la noche, la fui a dejar con su madre.

Luego tomé el tren seis en un vagón casi vacío como yo mismo, en dirección al downtown. Miré el reflejo de mi rostro en una de las ventanas del vagón que me devolvió una mirada rota, ajena, desintegrada y, sin poder evitarlo, sin advertir siquiera cómo sucedió, comencé a llorar. Recuerdo que lloré con rabia, un llanto feroz y seco, mientras hundía mi cabeza entre mis manos, desgarrado, muerto, y sin importarme quién estuviera allí, porque ya nada importaba. Sentí mi rostro mojado, y el dolor comenzó a ser físico, sentí un calambre en mi  estómago y un dolor punzante en mi cabeza. Justo cuando el tren se detenía en la estación de la Treinta y Tres, abrí los ojos y frente a mi una mujer me extendió un Kleenex, recuerdo su mirada compasiva tan palpable como un abrazo y casi susurrante dijo: “Everything will be alright”.

—Thank…  Thank you —le respondí.

Tomé aire, me sequé los ojos y salí apresurado dejando el pañuelo tirado en el suelo, dejando en ese vagón el único testimonio de mi bautismo de neoyorquino.

 

Manhattan, octubre de 2024.

La (no)pertenencia

Mi crónica habla sobre una persona que aún no se adapta a su condición de inmigrante y por ello, al verse envuelto en una situación emocional extrema, comienza a darse cuenta que poco a poco se está transformando en alguien diferente, y es a través del poder de un dicho popular neoyorquino que toma conciencia de ello. 

Biografía

Esteban Escalona (Chile, 1975) vive en Nueva York donde ha publicado su libros de crónicas literarias bilingüe  "Tal vez Manhattan/ Maybe Manhattan" (Five Points Publishing, 2024) y próximamente publicará su novela "Música para las ratas" , también ambientada en Nueva York. Escalona ha sido publicado en revistas literarias de Estados Unidos, como Enclave (City University of New York) o Latin American Literary Review (Cornell University). Sus cuentos han sido seleccionados para formar parte de antologías de escritores de Nueva York, consolidándose como un referente más en la rica tradición literaria de la Gran Manzana. En Chile publicó su primer libro de cuentos "Ciudad Capital" (Chancacazo, 2011) premiado por el Ministerio de Educación de Chile.

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